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¿Es el fin del herbicida glifosato en Europa? La CE debate la renovación de su autorización

A la hora de cuidar nuestras plantas o cultivos, son muchos los herbicidas que utilizamos para hacer frente a las plagas que puedan aparecer. Uno de los pesticidas más populares es el glifosato, un producto que es muy efectivo tanto en el sector agrícola como en jardinería. Pero su efectividad no ha impedido que sea un producto en entredicho desde su lanzamiento en el año 1974, debido a sus efectos nocivos contra la salud de las personas.

«El debate y la práctica científica sobre los impactos del glifosato han mostrado claras debilidades y fallos. Ha habido prácticas muy perniciosas, como estudios publicados con financiación de las empresas agroquímicas y mucha ambigüedad en general», apunta Lucía Argüelles, investigadora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), del Laboratorio de Transformación Urbana y Cambio Global (TURBA Lab) en el Internet Interdisciplinary Institute (IN3).

Tal es el cruce de argumentos que resulta muy complejo señalar hasta qué punto puede ser perjudicial. «Las instituciones que lo regulan parecen embrujadas por este enredo, lo asumen como válido, aunque es bastante lógico pensar que tirar toneladas de un químico sobre los campos donde cultivamos nuestra comida para matar plantas tiene un impacto», expone Argüelles, experta en sistemas agroalimentarios. 

Votación sobre la autorización del glifosato

Actualmente, la Comisión Europea debe decidir antes de que finalice este 2023 si prolonga la autorización para usar el glifosato en los países que la conforman durante otros cinco o diez años. Este organismo se ha mostrado partidario de su renovación, aunque la decisión final ha de someterse a la votación de los países de la Unión Europea (UE). El 13 de octubre de 2023, los estados miembros ya votaron, pero el comité no se pronunció, al no haber mayoría cualificada ni a favor ni en contra. Por lo tanto, la votación debe volver a realizarse antes del 15 de diciembre de este mismo año.

Esta votación ocurre en un contexto en el que la Comisión Europea pretende reducir el uso de pesticidas un 50 % en 2030, y en el que Alemania ya ha anunciado la retirada del glifosato a finales de este año.

Los estados, entidades y otros agentes sociales a favor de la renovación argumentan el alto coste que supondría para los agricultores mantener el nivel de producción de sus explotaciones sin usar glifosato. Para Lucía Argüelles, basarse únicamente en el argumento económico sirve para mantener el statu quo. El cambio también debe verse como una oportunidad. Hay multitud de ejemplos de proyectos orgánicos de huerta, cereal y vid que funcionan perfectamente. La cuestión es escalar ese modelo. «Es el momento de hacer una buena política agraria europea que incluya un cambio tecnológico que permita una reducción masiva del uso de pesticidas. También hay que prohibir la importación de alimentos tratados con ciertas sustancias, así como la producción de pesticidas y posterior exportación a terceros países. No se trata de que la producción contaminante se traslade a otros lugares», defiende esta experta.

La diferencia de voto entre países de la UE no se basa exclusivamente en la creencia en los estudios científicos ni estimaciones. «Las principales dudas de los estados miembros son si cada país va a ser capaz de hacer una transición a una agricultura diferente, sin grandes pérdidas económicas y sin un enfado masivo por parte de los agricultores«, apunta Argüelles, quien detalla que actualmente «hay países que están más preparados que otros» para afrontar este desafío. «Se dice que el cambio depende de la riqueza de los países, pero creo que se trata de capacidad política y técnica de crear un plan para ese cambio», añade.

Investigación multidisciplinaria

Recientemente, esta experta ha participado en una investigación multidisciplinaria con el objetivo de renovar la agenda de investigación de ciencias sociales en pesticidas. Este artículo científico, publicado en la prestigiosa revista Agriculture and Human Values, propone nuevas direcciones de investigación basándose en los cambios regulatorios, tecnocientíficos, sociales y ecológicos de las últimas décadas. Por ejemplo, debido al uso generalizado de pesticidas, está produciéndose una creciente resistencia de las malas hierbas a los herbicidas más usados, incluido el glifosato. «Esto hace que cada vez haya que usar más glifosato, o que vuelvan a usarse herbicidas que se consideran más tóxicos, como el paraquat o la dicamba», advierte la experta.

Otro tema que se apunta como relevante son los efectos de los cambios regulatorios, que también son aplicables al caso del glifosato. «¿Qué se desencadena cuando se prohíbe un pesticida? Puede haber un efecto rebote y que aumente el uso de otros pesticidas, y puede haber una adaptación lenta, en la que los agricultores van adoptando otros métodos o prácticas. Puede haber consecuencias económicas, políticas y ecológicas», comenta Argüelles. En el momento actual, con muchos pesticidas prohibiéndose recientemente y otros discutiéndose, el artículo recalca que es importante entender estos cambios para diseñar programas de transición.

El artículo también aboga por la interdisciplinariedad en los estudios sobre los impactos de los pesticidas. «Las colaboraciones entre las ciencias sociales y biofísicas pueden iluminar las transformaciones recientes en el campo y sus efectos socioecológicos desiguales. Una investigación crítica revitalizada que abarque la naturaleza multifacética de los pesticidas puede identificar las limitaciones sociales y ecológicas que impulsan el uso de pesticidas y respaldar alternativas a la agricultura industrializada sustentada por productos químicos», concluyen los autores de este trabajo sobre la dirección en la que debe ir este campo de la ciencia aplicada.

Reducción de pesticidas en el sector

A juicio de Argüelles, un programa de reducción de pesticidas tiene que venir acompañado de un refuerzo en tecnologías mecánicas, como ya ocurre en el norte de Europa. Además, este cambio aumentará la necesidad de mano de obra y una mejora de las condiciones laborales del sector. «El actual contexto es una gran oportunidad de resolver muchos problemas a la vez, como la precariedad del trabajo agrícola, la falta de relevo, los altos impactos ambientales o la baja renta agraria. Sería un error tratar la regulación de los pesticidas como un elemento aislado dentro del sistema y la política agrícola«, detalla la experta.

«No podemos seguir intoxicándonos, en especial aquellas personas que usan este pesticida de manera directa, como trabajadores del campo y agricultores, ni contaminando el medio ambiente y matando a los insectos polinizadores, de los que dependemos para la producción de alimento. El futuro pasa por una reducción drástica del uso de pesticidas, y el glifosato es el más usado del mundo. Para mí está claro lo que toca», concluye Argüelles.

Esta investigación de la UOC favorece los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) 3, salud y bienestar, y 12, producción y consumo responsables.

Fuente: UOC

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