Uno de los elementos más importantes que tiene nuestro jardín a la hora de considerar sus características, es sin dudas el suelo con el que cuenta, y aunque existen diversas formas en las que el mismo puede presentarse, en este caso queremos hablarte especialmente del suelo arenoso, para que sepas perfectamente de qué modo puedes aprovechar mejor cada una de sus particularidades.
Lo primero que debes considerar en este caso, es que si efectivamente tienes un suelo arenoso en tu jardín, eso se traduce más en una desventaja que en una ventaja, al menos si pensamos desde el punto de vista agronómico, dado que de todos los tipos de suelo que podemos tener, es uno de los que más dificultades presenta a la hora de permitir a las platas que se adapten a sus características.
En concreto, el principal inconveniente que nos trae un suelo arenoso, es la casi nula posibilidad de retención de líquidos que posee, lo que cual obviamente repercute de forma directa en el riego, motivo por el cual siempre que nos encontremos ante este tipo de suelo, conviene que analicemos con un especialista qué plantas podemos llegar a plantar, dado que muchas de las especies más comunes pueden morir en cuestión de pocos meses.
De hecho, aquellas especies que necesitan mucha agua, deben ser regadas todo el tiempo, incluso dos veces por día en verano para no perecer en estos casos, y como muchas personas no tienen tanto tiempo ni ganas, a veces conviene que apostemos por otras especies. Incluso, lo que sucede con el agua también sucede con los fertilizantes y nutrientes de la tierra, por lo que los cuidados pueden llegar a ser verdaderamente molestos en estas situaciones.
Por esto, es que allí sólo sobreviven sin demasiados problemas las plantas que son capaces de almacenar sus reservas de agua por sí mismas, como sucede por ejemplo con las suculentas, aunque si quieres conocer las ventajas de este tipo de suelos, debes considerar que el mismo jamás se inunda, por lo que es ideal para las zonas bajas.
